The hunter... hunted? -Priv-

La blanquísima observadora del cielo se encontraba en todo su esplendor. Tan refulgente en su brillo que sin duda atraería las miradas de cualquiera hacia el firmamento. Tal era su intensidad que en los caminos distintos, lejos de cualquier luz eléctrica cualquiera podría caminar sin temor a tropezar. Era casi como si fuera de día, solo que tenía ese brillo de plata, seductor y al mismo tiempo de temer para aquellos con sentidos más agudos.

Eran noches como esa donde los problemas surgían, donde todo se descontrolaba y algo malo podía ocurrir en cualquier segundo. Eran momentos como ese que cierto rubio deseaba poder multiplicarse y estar en cada rincón de la isla para poder vigilar que todo estuviera bien. Lamentablemente eso solo se quedaría como un deseo. Lo único que había conseguido era que su jefe le negara un turno de vigilancia. Había sido un hecho estúpido, pero parecía que tenía demasiados turnos extras acumulados los últimos dos meses y los asuntos burocráticos salieron a flote. Si alguien le sonaba sospechoso todo ese cuento era a Ban, pero no podía hacer alguna acusación. Aquello no sería demasiado inteligente. Así que terminando su turno decidió que simplemente tomaría el camino largo para regresar a casa. El camino realmente largo.

Decidió tomar el borde del pueblo para encaminarse al borde del bosque, si algo podía suceder era por allí. Aunque la sensación de que en la ciudad se estaba cociendo algo raro… no le dejaba muy tranquilo. Solo esperaba que todo marchase bien y que su decisión fuera acertada. Un fuerte sonido le índico que si. Un disparo.

El sonido fue muy cerca de donde se encontraba, a unos metros del boque que dejaba áreas de pinos que parecían abalanzarse a la ciudad como si fueran tentáculos. Se apresuró corriendo con su arma de servicio preparada y listo para transformarse si la circunstancia lo requería. Sus pies avanzaban a largas zancadas. Corría a ciegas prácticamente, no sabía para donde ir, maldecía en su fuero interno cuando escuchó otro disparo a escasos metros. Corrió lo más rápido que podía entre los árboles que cubrían su visión, para llegar al borde de un claro desde donde distinguió la altísima figura de un licántropo y alguien tendido en el suelo.

Comenzó a transformarse tomando ese agresivo aspecto en el momento que cruzo miradas con aquella bestia, pero de modo curioso esa criatura se escurrió por el otro extremo del claro para internarse entre los árboles. Si no hubiese sido por aquel chico que se encontraba en el suelo podría haberlo seguido, pero tenía otra prioridad.

- ¡Hey! ¡¿Me escuchas?! – preguntó luego de llegar hasta el con un semblante normal, su traje de la policía montada y una expresión de preocupación - ¿Cuantos dedos cuentas? – preguntó de modo apremiante mostrándole dos alzados de su mano, era algo de rutina, pero le servía para confundir a los humanos que no tenían conocimiento de la verdad de la isla. Sus ojos daban un chequeo rápido al joven, antes de intentar apartar la arma que portaba. Esperaba ver si había alguna respuesta, sino todo se complicaría.

En momentos así era que debía primar una ley por sobre cualquier otra, el secreto de la vida sobrenatural tenía que ser protegido a toda costa. Era el único modo en que todos podrían seguir existiendo sin temor a una nueva inquisición, una que podría acabar incluso con las más poderosas criaturas por el desarrollo de la tecnología bélica de los seres humanos. Ese punto era de temer, pero incluso en un momento de tensión había un límite que Ban no cruzaría.

Notaba como aquel joven, cuyos rasgos atractivos eran perfilados por la plateada luz de la luna, estaba bastante confundido. Le quitó las balas al revolver y se lo guardó enganchado en la parte trasera de su propio pantalón bajo la chaqueta roja del uniforme. No conocía al castaño y no se iba a arriesgar que empezara a disparar al estar en ese estado. Así que verlo mover el rostro y escuchar ese quejido se decidió en su plan de acción después de carecer de una respuesta a su pregunta.

- Usted no es de aquí, anda en el bosque con un arma y esta desorientado, – señaló de modo tajante que dejaba en claro que no le entregaría nada de regreso – así que lo llevaré al policlínico de la ciudad – le dijo ya con un tono de voz más agradable y comprensivo. No sabía que era lo que había visto aquel muchacho, pero no parecía encontrarse bien y por sobre todo era mejor moverse de allí en caso de que al licántropo se le ocurriera regresar sobre sus pasos y tratar de rematar al castaño – Por cierto… soy el oficial Dunstar de la Real Policía Montada – le informó justo en el momento en que lo tomaba en brazos en vilo sin demasiada dificultad. No le había dado ni un segundo de preparación para que se resistiera, así que solo empezó a caminar tratando de orientarse un poco según la posición de la luna.

Era un momento tenso y aguardaba las reacciones de aquel muchacho y cualquier cosa extraña que sucediera alrededor. Esperaba que no se encontraran con una mala sorpresa. Así que de todos modos en su preocupación era conciente del chico que cargaba contra su pecho.

Hay veces en que las decisiones se vuelven difíciles, cada posible consecuencia no perfila un futuro muy agradable. En esa situación nada parece ser correcto, el momento de tensión puede subir y el juicio propio se ve puesto a prueba.


Lo sabía debía apresurarse para que salieran del bosque, pero ni siquiera eso le aseguraba que el licántropo aquel no los siguiera. La mejor idea era tener en observación a aquel castaño hasta que el alba despuntara y para eso faltaban varias horas. Podía presentir el peligro prácticamente tras cada árbol que iba dejando atrás y lo peor en su situación era que no podía dejar de pensar que debía hacer una representación de normalidad frente a un extraño de la isla. Lamentablemente esas indecisiones le dieron la oportunidad al muchacho de zafar de su agarre. Eso le tomó por sorpresa al rubio. Lo miró a los ojos en ese instante que estaban en esa posición. No se consideraba atrapado ni mucho menos, pero no deseaba volver a noquearlo, si había tenido una contusión resiente podía complicar más las cosas.

- No esta perfectamente ni mucho menos, señor… - Necesitaba ponerse firme con aquel muchacho para sacarlo de allí lo antes posible, no podía solamente perder el tiempo, pero las cosas que le acababa de decir le dejaba en claro que era a lo que se dedicaba aquel individuo. Solo deseaba equivocarse porque tener un inquisidor o un Hunter en Mansel no era precisamente bueno para nadie – Señor usted esta confundido… aquí no hay lobos, - trató de insistir, probablemente en vano ya que si sus sospechas eran ciertas el castaño sabía de más cosas de las que eran recomendables. – en esta reserva hay renos… quizás uno solitario se encabrito al verlo. El golpe en la cabeza lo ha confundido – insistía tratando de pensar en un plan. Solo agradecía a la penumbra que ocultaba parcialmente su rostro, porque sino se notaría de modo evidente que trataba de ocultar algo.

Por otra parte no deseaba que ese licántropo terminara muerto. Si bien era un peligro, al verlo pudo distinguirlo, era de esos desgraciados que portaban con una irreparable maldición. Él probablemente no tenía ni la menor idea de lo que estaba haciendo. Por otra parte podía apreciar como el muchacho castaño parecía muy atento a lo que pasaba alrededor de ambos. Así que se arriesgo con un movimiento rápido alejó la arma de su abdomen para doblarle la muñeca para alejar un posible tiro de su cuerpo, tratando de quitársela. Hasta que pudo voltearlo y apegarlo contra el trinco de un árbol, solo deseaba no haber lo azotado muy fuerte.

- Debemos irnos…- murmuró con tensión en la voz.

Muchos decían que en momentos desesperados había que tomar medidas desesperadas, solo que para quien eso podía tomarse de un modo totalmente diferente. Incluso podía significar un peligro para si mismo, pero hay personas que son capaces de lidiar con ello… mientras que otras no.


En esos momentos para el oficial lo único que importaba era llevar a un lugar seguro a ese castaño. Claro que Ban tenía en cuanta que si ese muchacho descubría su naturaleza sobrenatural también se pondría en riesgo. Los Hunster no tenían muy buena fama dentro de las gárgolas. Siempre siendo tan escasos era aún más terrible escuchar del aniquilamiento de uno de los suyos. Así que no era solo cosa suya tener cierta desconfianza, pero la mantenía bajo raya. Era un humano más metido en un tremendo problema, aunque fuera alguien preparado estaría en desventaja y su conciencia no estaría muy tranquila si lo dejaba por su cuenta.

Además… se notaba mucho menos desorientado de lo que estaría cualquier otra persona. Un ser humano común habría aceptado de buen grado su explicación, cualquier cosa hubiera sido mejor que romperles la percepción limitada de realidad que tenían. Así que era un gran problema que le siguiera mostrando pruebas certeras. Hasta que llegó ese punto importante que le peso en la conciencia.

-Pues, en ese caso y sabe quien soy y puede ir a buscarme a la comisaría si las cosas se ponen mal en ese aspecto – señaló con sinceridad, pero seguí habiendo ese tono que trataba de parecer tranquilo, siendo que en el fondo no lo estaba demasiado. No podía solo pelear de modo serio si el licano volvía a aparecer – así que nos… - se quedó callado por ese forcejeo, podía sentir la presión que su mano ejercía en la muñeca del castaño, con un poco más de fuerza podría quebrársela, arriesgándose a que se soltara un disparo. – Pues no es eso precisamente lo que quiero señor, pero voy a tener que insistir señor… - musitó sacando con su mano izquierda su arma de servicio y apoyarla justo sobre el hueso del hombro. No era el modo más cómodo para estar, pero a esa distancia era una amenaza real– Por la autoridad de la real policía montada de Canadá, le pido que venga conmigo – instó con un tono mucho más serio.

También detestaría enfrentarse a aquel muchacho, sería una idiotez, pero a cada instante le parecía que el castaño no se lo dejaría fácil. El rubio estaba tenso, los sonidos del bosque se habían acallado, no había nada, ni un búho, ni el batir de alas, ni siquiera ese pequeño murmullo cuando las pequeñas criaturas del bosque al moverse. Eso no era nada alentador, así que su agarre en el brazo del joven se hizo más fuerte y tenso.

A veces fanfarronear era la única opción que quedaba para que las cosas no empeoraran, pero en otras solamente hacía que eso aumentaran. Después de todo en lugares llenos de secretos las cosas podían ir de mal a peor de modo rápido… demasiado rápido para el gusto de cualquiera.


Veía por el costado el perfil del castaño, no deseaba disparar y en realidad no había tenido la intención de hacerlo en ningún momento, solo deseaba intimidarlo para convencerlo de que era mejor que se fueran de allí antes de que las cosas se pusieran mal. Solo debía repetirse a si mismo luego que ser bien intencionado seguiría trayéndole problemas. Curiosamente por más dificultades que eso le pudiera traer, seguía haciéndolo, cuidando la integridad de seres humanos. El sonido del arma lo alertó, estando en su forma humana era vulnerable a los disparos, pero no sintió dolor alguno solo el sonido de un aullido de dolor que provocó la primera sorpresa y luego el chispazo que logro que soltara al castaño, pero era lo de menos importaba en ese segundo. Justo tras ellos el licano se moví de modo que parecía buscar la zona por donde atacaría.

- ¡Corre! Estoy bien, corre – le señaló al joven, lo importante era que se alejara lo más posible de esa zona, mientras él se adelantaba con ambas manos en su revolver disparándole al licano que esquivaba la mayoría de las balas, pero una le dio en la pierna, lo que les daría algo de tiempo - ¡HE DICHO QUE TE MARCHES! – prácticamente le rugió al castaño sin tomar en cuenta la idea del arma, si era como sospechaba tenían balas de plata y eso podría matar a uno de los habitantes de la isla.

Era uno de esos juegos del destino donde debía tomar una importante decisión. Si no tomaba riesgos no podría conseguirlo. Empezó a dar un paso hacia el lobo que los rodeaba, sin perderlo de vista, tirando lejos su sombrero, conciente del joven con el cuchillo. No aunque fuera de plata eso era demasiado peligroso para enfrentarse a algo que lo podría destrozar sin dudarlo un segundo.

- ¡VETE! – insistió, pero ese mensaje era para el castaño, mientras avanzaba – busca un lugar seguro hasta el amanecer – indicó cuando comenzó a transformarse y su ropa se agrietó y la piel se volvió verde al segundo que se lanzaba sobre el lobo que también salió a su encuentro. Fue un choque impresionante donde las fuerzas estaban equiparables. Rogaba poder con su plan y que el Hunter no se lanzara contra él también ahora que había rebelado su naturaleza.

El destino no siempre es claro y amable se tuerce de modo que todo podría ser destrozado de un modo tan fácil. El equilibrio era algo complicado y demasiado frágil, y eso era tremendamente frustrante para alguien que deseara preservarlo.


Necesitaba tener bien sujeto aquel licano para sacar sus alas y llevárselo volando lejos de allí y proseguir la lucha en otro sitio donde fueran ellos dos. Distraerlo, hacerle perder el tiempo para que llegara el amanecer y pudiera volver a ser un ser humano que no fuera un peligro para otros como en ese preciso segundo. El problema era que el licántropo le estaba haciendo difícil aquello, se removía y zafaba brevemente de su agarre, las fuerzas en colisión estaban parejas. Solo que había algo con lo que no había contado. Algo que definiría aquello de un modo que nunca hubiera querido ver. Fue usado como un peldaño para que ese humano atacara al distraído loco que por estar luchando contra la rubia gárgola había dejado expuesto sus debilidades. Vió como el chico salía volando por el manotazo y rodó por el suelo, mientras por su parte trataba de acercarse al herido. Necesitaba hacer algo. No podía suceder eso… no podía… No… NO. ¡NO! ¡NO! ¡NO!

Pero siendo lo lógico el lobo se alejaba de él, era visto como una amenaza, mientras se arrastraba de rodillas y lanzaba zarpazos desesperados. El rubio alzaba las manos tratando de dejar de verse amenazante, pero en esa forma no podía y si se volvía humano sería destrozado. Un segundo de duda fue todo lo que se necesito para escuchar ese ultimo disparo y ver como esa criatura caía en la hierva. Se inclinó junto a él tratando de hacer algo, de que la hemorragia parara con sus manos, pero lo sabía. No había nada por hacer, estaba muerto. Por sus dudas, por no haber arrastrado a ese chico de allí a la fuerza antes todo eso había terminado de la peor manera posible. De ese modo se levantó en toda su altura como una figura sombría con las manos manchadas de sangre.

-¡¿PORQUÉ DIABLOS LO HICISTE?! – le rugió dando un paso en dirección a aquel castaño con esa expresión feroz, terrible y profundamente – Nadie tenía porque morir hoy… - espetó con un tono de desprecio en su voz – ¿Acaso es que para ti todo aquello que no es humano no debe existir? – preguntó con esa mirada tan fuerte que podría haber destrozado cualquier cosa, pero no se había movido ni un centímetro del lado de aquel cadáver -…un maldito como él no… no son concientes de lo que hacen cuando hay luna… - bufaba con esa sensación de desazón en su interior y a pesar de que su rostro estaba en esa forma que no era humana podía identificarse el desprecio que sentía en su interior – podía manejarlo sin que hubiera algo irreparable… - espetó mientras su cuerpo regresaba a su forma humana y solo estaba cubierto con su ropa desgarrado.

Los ruidos del bosque habían regresado, pero había un ambiente pesado en ese instante. El rubio no perdía de vista al castaño, pero lo sabía no le haría daño, no estaba en él hacer algo así, pero estaba preparado para ver lo que haría aquel muchacho. Era como si el tiempo se detuviera y solo apreciara esa figura de muerte. Trataba de no pensar en nada más pero era difícil. Un desgraciado como ese sería otro peso más para su conciencia, después de todo ese era el precio que tenía que pagar cada vez que fallaba.

Las personas nacían con la posibilidad de elegir, eso era lo que más se podía envidiar de ellos. Esa capacidad de infinidad era algo que muchos otros deseaban, que veían con ambición y otros simplemente con una enorme resignación al carecer de ella. Después de todo eran los propios seres humanos los que a pesar de ese enorme regalo que tenían en la punta de los dedos, se saboteaban a si mismos.


No se había movido ni un solo centímetro para adelantarse hasta donde estaba el castaño. Su mirada era implacable aunque notaba esa huella de tristeza en esos ojos antes de que empezara a guardar sus objetos personales. Con solo eso su cuerpo se había tensado por la posibilidad de que ahora el atacado fuera su persona, pero eso no ocurrió. Solo parecía una figura decaída y lastimada, eso le hacía sentir algo renuente. A pesar de lo que acababa de suceder tenía un deber que cumplir, tendría que ocuparse más tarde del cuerpo del desdichado, solo esperaba que ningún otro ser se aprovechara de la carroña. Al fin y al cabo si se movía con esos ligeros indicios de dificultad que tenía el castaño podría ser presa para alguna otra criatura y serían dos vidas las que se perderían en esa velada sin que hiciera nada.

- Libre y muerto – acentuó una vez más con esa frustración que cargaba su voz, mientras que sus ojos centelleaban de puro enojo contenido. Esas palabras de alivio por su bienestar solo acentuaban su fracaso y enterraban de modo más profundo la aguja que sentía le pinchaba dolorosamente – Y con eso no hay otras opciones posibles ya para él. – concluyó con amargura entendiendo que aquel muchacho se iría a reunir con alguien, así que asintió. En su mente le vería hasta que se asegurara de que estuviera a salvo. Lo que era muy difícil si se preguntaba que lugar de la isla era realmente seguro. Pero en todo ese ir y venir de pensamientos esa pregunta se hizo patente, mientras se agachaba para cerrarle los ojos al cadáver. – Por aquí… - a penas dijo antes de ponerse a caminar.

A pesar de estar en época de verano en la isla hacía frío durante las noches. Incluso el rubio podía sentirlo al ir caminando con esos destrozos de tela en que había quedado reducido su uniforme. Con lo que su amplio pecho y espalda se distinguían con más claridad de la esperada. La piel erizada por el frío, pero sin estremecimiento alguno, ninguna cicatriz que hablase de difíciles luchas aunque en algunas ocasiones las hubo tenido. Era incluso en piel humana una muestra de algo sobrenatural que se desplazaba con lentitud sobre la hierba silvestre, rompiendo el silencio de cuando en cuando al pisar unas pequeñas ramas.

- No será arrestado porque no hay modo de explicar lo que acaba de suceder y tampoco lo llevo a una trampa, no soy esa clase de ser... – agregó para asegurarse que le seguiría, aunque trataba de mirar hacia atrás lo menos posible. Allí había dos seres separados por un difícil abismo y en esos momentos el hombre de ojos azules no tenía intención de cruzarlo, aunque le estuviera sirviendo de guía por propia voluntad.

Hay situaciones que ponen a las personas en momentos tan difíciles que actúan de manera diferente a la que harían usualmente. Cada quien tiene algo que puede ponerlo al límite de sus propios principios, presionándolo contra la propia naturaleza de la personas. Un momento oscuro y destructivo que deja dolor a su paso, decepción y profundas heridas.


En una situación diferente, en un mundo diferente Ban no habría dejado que alguien herido anduviera herido con tanta facilidad. Le habría facilitado el desplazamiento para que aquello no empeorara más, pero en esta ocasión a pensar de pensarlo y darle vueltas, no era tan simple. En esos momentos se le hacía difícil hacer lo correcto, en medio de esa penumbra su conciencia se veía con menos fuerza para guiarle. Ya mucho hacía conteniéndose para no golpearlo y desquitar toda esa frustración con la que cargaba. Solo resultaba que esos comentarios que había hecho el castaño le hicieron detenerse en su camino y voltearse a mirar con estupefacción.

¿Acaso decía que sería mejor que fuera alguien que podría matarlo? No lo entendía, pero eso genero esa idea que de ser así él podría enfrentarlo en una lucha nueva. El rubio apretó un puño antes de escuchar todas esas otras cosas que decía el muchacho delgado. Había algo realmente lastimero en su voz, en el contenido de sus palabras que generaban cierta molestia y algo que no iba a reconocer en esos momentos. Tenía el deseo de gruñir por todo aquello, pero solamente negó con su cabeza. Se levantó bien mirándolo entre las sombras que iban ocultando parte de los semblantes de ambos. Era como si allí hubieran trozos visibles de personas… de sus almas y como eran en realidad.

- Yo tome la decisión de ver que esta noche no te ocurriera nada mientras pudiera evitarlo. – dijo con un tono implacable, no iba a hacerle ni el menor caso si es que aquel chico se resistía a lo que iba a decir o las acciones que iba a tomar- no pude hacerlo con aquel hombre maldito lamentablemente, pero no dejaré que más infortunios se sucedan sin hacer nada, así que veré que llegues con bien al policlínico – sentenció de manera terca. No había nada en el mundo que le hiciera cambiar de opinión en esos momentos - ¿Es que acaso alguien te persigue? – preguntó directamente, aquella idea surgió por las palabras del muchacho. “…eres demasiado valioso para que te atrapen conmigo…” – Porque aunque fuera así yo ya elegí que hacer.

El límite del bosque estaba justo junto frente a ellos, lo conocía bien, podía ir y venir por las calles estrechas y menos concurridas usualmente para llevar al policlínico al joven. Una cosa que caracterizaba al rubio era su temple y su coherencia frente a sus determinaciones, no retrocedería si creía en lo que hacía, tomaría responsabilidad por las cosas que hacía.

- No conocía a ese sujeto – dijo finalmente avanzando un paso fuera de los matorrales viendo a penas tras de si la voluta de humo que desprendía el cigarrillo de aquel joven, esperaba que avanzara.

Cuando se tiene la sensación de haber cometido una equivocación o una injusticia no siempre es fácil admitirlo. El propio ego, el orgullo y los miedos se aferran a una posición rígida para evitar un tipo distinto de colisión. Es como si una clase diferente de peligro se fundiera en algo verdaderamente dañino… aunque podría llegar a ser una valiosa puerta que diera a miles de caminos, a miles de posibilidades.

Podía notar la renuencia de aquel muchacho castaño a seguir caminando junto a su persona. Que no fuera su persona preferida en el mundo no tenía nada que ver con que debía cumplir con lo que creía correcto. Siendo sinceramente consigo mismo en esos momentos deseaba agarrar al castaño por esa capa roja que traía y llevarlo a rastras hasta el policlinico. No era la mejor opción, de hecho era posible ponerse en evidencia si llegaba a hacer algo de esa clase… pero estaba tan frustrado que deseos no le faltaban. Eso parecía bastante claro por lo profundo que tenía marcado el entrecejo, ni siquiera esa frase que sonaba bastante alarmante lo hizo cambiar. Ya se ocuparía de ese asunto, de averiguar más y sacar en claro algo, pero necesitaba más que nada saber que haría con aquel muchacho que terminaba por darle las gracias y terminaba por dar la espalda.

No podía entenderlo, había algo en esa voz que le llamaba la atención, que era como una sombra en su visión periférica, pero que no estaba desasido seguro de cómo interpretar. De ese modo sentía que había fallado aún más esa noche y podría hacerlo peor con seguridad. Era mejor indicarle cual era el camino para que le curaran y asegurarse a la distancia que fuera hasta allí y llegara… bueno, no más lastimado de lo que ya estaba. Sonaba lo suficientemente razonable, mantenerse al margen. Así comenzó a caminar en dirección del muchacho desconocido

- El policlinico esta bajando por la calle que da a este camino doblas en la…- se había adelantado lo suficiente para tomar del hombro al joven cazador y ver su perfil que era bañado por un lánguido rayo de luz de esa luna llena que tantos problemas les había causado en esa velada. El alto oficial había quedado callado por esa imagen fragmentada que alcanzó a distinguir. A penas vio un poco de ese rostro que lloraba, de esa expresión que había tomado por sorpresa y le dejaba con una conmoción propia - ¿Por… por… porqué lloras? – eso lo había tomado desprevenido por completo.

En ese momento sin saberlo en el rubio se había gatillado algo al ver ese rostro surcado en lágrimas. Esa huella de dolor que no podía procesar. Algo que no había creído ver en una persona como ese joven. ¿Sería que se había equivocado con su interpretación de los hechos? Eso dejaba una puntada distinto en un gran telar misterioso, uno que determinaba la vida de alguien.

Sin saber como a veces el destino se tuerce, un solo hecho puede determinar el camino completo de una persona. El modo en que las criaturas sobrenaturales son unidas a este ineludible camino es mucho más estrecho que el de un humano normal. No se puede huir de ello, pero no hay modo que se sea feliz con eso simplemente.

El rubio había quedado paralizado frente a ese chico castaño, ahí al verlo de ese modo con las lagrimas corriendo por su cara le hacía notar que si bien parecía un poco menor que él mismo… con ello parecía mucho menor, casi como un niño asustado y dolorido. Esa sola imagen le golpeo como si hubiera caído desde cien metros de altura sin sacar las alas. Esas nuevas palabras le estremecieron un poco. Trataba de pensar que era una actuación, que no podía ser verdad, pero le parecía algo demasiado extraño como para que fuera así. Solo… solo quedaba una opción que le pesaría aun más en la conciencia al finalizar esa noche.

Pero había sido torpe. En ese estado no reaccionó a tiempo y el muchacho había salido corriendo por en frente suyo. Solo una maldición salió de sus labios enfadado por todo ello, corrió tras él, no iba demasiado adelante, casi lo perdió en un par de veces y podía notar como se iba adentrando entre las distintas callejuelas. Hasta que lo vio detenerse a unos cuantos metros suyos. Solo parecía que no sería tan sencillo. Un automóvil con las luces apagadas avanzaba rápido y si no hubiera sido por que jaló al muchacho por un brazo habría sido atropellado.

- ¡Diablos! – exclamó enfadado mientras veía como ese vehículo se alejaba por la penumbra no podía ver su patente, pero más tarde se preocuparía de ello. Había hecho que el menor se estrellara contra su amplio pecho al jalarlo, casi como si lo tuviera abrazado, por lo que le soltó el brazo - ¿Cómo…estas? – preguntó aún sintiéndose torpe en esos segundos.

A veces parecía que el camino que se había comenzado jamás terminaría, se seguiría de modo incansable para lograr una salida final, pero esta no llegaría. Así era a veces la vida, un laberinto que era distorsionado por el calidoscopio de la vista personal. Extraño y amenazante, estremecedor en extremo e infinito. Tanto como podía serlo el espacio hasta que el segador llegase al encuentro. Solo era que esta vez había sido esquivado por la intervención de aquel rubio, lo habían dejado atrás y trataría de que eso siguiera de ese modo por mucho tiempo más.


El rubio se sentía turbado y podía notar que algo muy similar estaba sucediendo con aquel joven. En esos momentos podía ver que estaba muy afectado, no parecía que fingiera sino aquel asunto con el automóvil no habría sucedido. Todo dejaba una pregunta rondando en la mente de aquella gárgola. ¿Cual era la verdad de ese individuo? No deseaba arriesgarse demasiado en tratar de averiguarla, pero una parte suya le aseguraba que era lo mejor. Con verlo y escuchar esas palabras Ban se sentía avergonzado consigo mismo. Empezaba a dudar si lo duro que había sido había sido merecido, quería creer que si, pero la duda ya había sido instalada.

- No es necesario que me pagues nada – dijo con tono firme, tratando de mantener la neutralidad, aunque aún sonaba su voz un poco hosca. El modo en que se veía aquel chico le decía claramente que se encontraba bastante más mal de lo que había pensado en un principio. Aquel no era el único que había hecho tonterías y sabía que había cometido errores por su parte. Con solo ver esa esbelta espalda los tenía presente, en ese segundo en el que el muchacho estaba detenido dio un paso y luego otro hasta quedar hasta su costado, tomándolo de un brazo para que rodeara su cuello – te ayudaré a llegar hasta el policlinico – dijo mirando solamente hacia delante, tratando de no jalarlo con demasiada fuerza.

Si era lo único que podía hacer lo haría, aunque sintiera intranquilidad. Después de todo no podría acompañarlo más allá de las puertas pues surgirían muchas preguntas por su estado. Deseaba que las cosas terminaran hasta ahí. No más sorpresas ese día.

- No digas nada más… - le pidió el mayor mientras estaba cabizbajo.

Era difícil ver los motivos de otros cuando se estaba demasiado sumergido en la propia mente. Demasiado difícil tratar de cambiar algo en otro cuando no se puede cambiar primero algo en uno mismo. Solo las heridas se van formando de manera continua sin demasiadas esperanzas a menos que se rompa ese círculo. Solo que para conseguir aquello se debía pasar un profundo precipicio y ni ello garantiza que todo seguirá bien.

El rubio había tendido su mano hacia el otro lado del precipicio tratando de ayudar al castaño, pero con las cosas que ya había dicho no logró alcanzarlo. La reacción del muchacho dejaba claro que no soportaba su ayuda. Era algo que lo había tomado desprevenido. Era tan terriblemente triste la expresión que tenía en frente suyo. Incluso aunque estaba siendo apuntado con un arma creía que no le dispararía. Lo que era ilógico después de ver lo que había sucedido con el licántropo, pero en alguna parte durante esa noche esa idea mutó, como si se hubiera dado cuenta que estaba equivocado, pero no deseaba reconocerlo abiertamente. Era complicado. Alzó las manos tratando de volver a acercarse a aquel muchacho, pero las palabras no salieron de su boca.

Las palabras de ese muchacho parecían implorarle que le dejara solo, aunque Ban no deseaba cumplir con aquello. Deseaba ver que estuviera bien, pero la suerte no estaba de su parte. Un taxi no tardó en aparecer y quedó solo guarecido por las sombras de esa calle viendo como el vehículo se alejaba. Sentía esa preocupación enorme, esa que le decía que debería de seguirlo de todas maneras, pero si no le hacía caso tal vez… nunca se sabía que podía pasar. Además el policlinico estaba cerca de allí. Sacó su teléfono celular mientras encaminaba sus pasos a casa. Tenía alguien conocido en aquel lugar, si le pedía que le diera aviso del estado de un paciente no habría problema.

Así que volvió a casa a cambiarse y antes de que se impacientara de más llego esa llamada de regreso. Aquel chico había llegado bien y parecía que no tendría complicaciones. Fue un alivio.



- Escena Terminada -